La exposición prolongada a los rayos UVA y UVB del sol durante el verano es una de las principales causas de la piel gruesa, apagada y con manchas que muchas personas observan al llegar septiembre. Estos rayos ultravioleta no solo dañan la capa superficial de la piel, sino que también afectan las capas más profundas, acelerando el envejecimiento cutáneo y aumentando el riesgo de desarrollar cáncer de piel. Con la vuelta a la rutina tras las vacaciones, es común notar los efectos acumulativos de la exposición solar, que pueden aparecer en forma de arrugas, pigmentaciones irregulares y una textura cutánea áspera.
Especialistas en dermatología recomiendan medidas preventivas como el uso de protectores solares de amplio espectro, ropa adecuada y evitar la exposición directa al sol durante las horas pico, para minimizar el daño a largo plazo. Además, resaltan la importancia de adoptar una rutina de cuidado de la piel que incluya hidratación y tratamiento de manchas, utilizando productos con ingredientes activos como la vitamina C y el ácido hialurónico. Estas precauciones pueden ayudar a mitigar los efectos nocivos del sol y mantener una piel sana y radiante más allá del verano.
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