Cada año, la Lotería de Navidad en España provoca un fenómeno de optimismo que ya se ha vuelto casi tradicional. A pesar de las escasas probabilidades de ganar –menos probable incluso que nacer un 29 de febrero–, la emoción de una posible ganancia lleva a más de un tercio de los adultos españoles a adquirir al menos un décimo. Este evento marca un hito en la vida social y económica de los españoles, especialmente para aquellos afortunados que logran acertar el número ganador del primer premio, conocido como El Gordo, que ofrece 400.000 euros por cada décimo. Pese a esto, el premio, si bien sigue siendo significativo, ya no otorga el mismo poder adquisitivo que en el pasado, donde era posible adquirir propiedades de lujo o considerar la jubilación anticipada.
Sin embargo, no todos se entregan a la fiebre de la lotería. Un número creciente de personas, a menudo denominadas ‘objetores de conciencia’ de la Lotería de Navidad, eligen no participar. Citando razones como la baja probabilidad de ganar, la percepción de la lotería como una forma de recaudar impuestos o simplemente la preferencia de gastar el dinero en algo tangible, estos individuos prefieren evitar el sorteo a pesar de la presión social y el potencial de compartir premios en el entorno laboral y familiar. Para ellos, el premio reside en no gastar los 20 euros del décimo. Mientras tanto, las matemáticas recuerdan que todos los números tienen igual probabilidad, y las administraciones más populares sólo lo son por tradición o campañas publicitarias, no por una mayor suerte.
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