En Alhucemas, al norte de Marruecos, se descubrieron hace 14 años los cadáveres calcinados de cinco jóvenes rifeños dentro de una sucursal bancaria, un caso que aún hoy permanece sin resolver. A pesar de que la oficina bancaria no exhibía signos de incendio, las autoridades marroquíes rápidamente alegaron que los jóvenes habían quedado atrapados tras un intento fallido de saqueo. Sin embargo, desde el comienzo, las comunidades locales han evidenciado inconsistencias en la versión oficial, señalando que los cuerpos fueron trasladados allí después de su asesinato en una comisaría. Testigos presenciales corroboraron haber visto a las víctimas ser arrestadas antes del suceso, aumentando las sospechas de que se trató de un acto deliberado para infundir miedo y sofocar el creciente descontento social en el Rif.
La tragedia de los cinco jóvenes se ha convertido en un símbolo de la represión histórica que enfrenta la comunidad rifeña bajo el régimen de Mohamed VI, quien ha respondido a las protestas con mano dura y persecución sistemática de activistas. A pesar de los esfuerzos por llevar el caso ante tribunales internacionales, las familias de las víctimas han enfrentado intimidaciones por parte de las autoridades, amenazándolas para evitar que se constituyan en parte civil del proceso. La denuncia ha reavivado las heridas históricas de un pueblo que sigue luchando por sus derechos y autonomía, mientras que la falta de justicia alimenta la determinación del Movimiento Hirak del Rif, cuyos líderes aún permanecen encarcelados, destacando la urgencia del reconocimiento de sus demandas legítimas.
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