En la actualidad, la distinción entre ser o no ser prostituta se ha vuelto más confusa, generándose una «zona gris» donde algunas mujeres, sin dedicarse de manera formal a la prostitución, ocasionalmente intercambian servicios por beneficios. Este fenómeno responde a diversas circunstancias económicas y sociales que llevan a algunas jóvenes a esta práctica como una forma de obtener ingresos complementarios o beneficios materiales. La situación plantea un nuevo desafío para las normativas y políticas tradicionales, que no siempre están equipadas para lidiar con esta realidad compleja.
El auge de las plataformas digitales y las redes sociales también ha contribuido a esta tendencia, facilitando conexiones que antes eran difíciles de establecer. Esto ha dado lugar a un nuevo perfil de mujeres que, sin necesariamente identificarse como trabajadoras sexuales, encuentran en estos intercambios una manera de mejorar su calidad de vida. La falta de claridad en las categorías legales y sociales sobre qué constituye prostitución y qué no, genera debates éticos y legales que las autoridades y la sociedad deben enfrentar.
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