El discurso navideño del Rey Felipe VI, que tradicionalmente mezcla reflexiones personales con consideraciones sobre temas de interés público, ha iniciado este año evocando la tragedia de la dana que devastó la provincia de Valencia en octubre pasado. El monarca ha reservado un espacio especial para expresar su solidaridad con las víctimas y criticar las deficiencias en la gestión de la crisis, subrayando la importancia de sacar lecciones que fortalezcan a la sociedad. Desde un enfoque que combina lo local con preocupaciones de alcance global, Felipe VI ha instado a la reflexión sobre los grandes desafíos democráticos que enfrenta actualmente el mundo. Subrayando la importancia del consenso político para el bien común, el Rey ha urgido a las fuerzas políticas a dialogar con serenidad y generosidad, en un momento en que las pulsiones antidemocráticas parecen haberse intensificado.
En su mensaje, también ha dedicado especial atención a la Unión Europea, destacando su importancia como motor de cohesión y estabilidad en tiempos de incertidumbre. Felipe VI ha abogado por mantener una postura alineada en torno a temas tan cruciales como la política migratoria, resaltando la necesidad de una estrategia que fomente la integración y combata firmemente a las mafias de tráfico humano. El monarca no ha dejado de lado el problema del acceso a la vivienda en las grandes ciudades, haciendo un llamamiento a las autoridades para que escuchen y respondan a las necesidades de la población, especialmente la juventud afectada. En un tono positivo pero consciente de los retos pendientes, ha concluido su alocución reivindicando a España como un «gran país», citando logros en crecimiento económico, empleo y destacando la lucha antiterrorista. Aunque reconoce que falta camino por recorrer en la reducción de la pobreza y la exclusión social, el Rey ha querido infundir optimismo sobre el futuro prometedor de la nación.
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