La confrontación de Donald Trump con las universidades de élite en Estados Unidos ha generado un debate intenso sobre las instituciones académicas y su papel en la sociedad. Trump amenaza con retirar fondos a universidades como Harvard y Princeton si no abandonan sus programas de inclusión de minorías, una medida que, según una encuesta del National Opinion Research Center y Associated Press, es respaldada por una parte significativa de los republicanos, pero genera división entre la población general. Este enfrentamiento resalta las tensiones actuales en torno a las élites en diversas regiones del mundo, donde un sentimiento antiestablishment gana fuerza, alimentado por dificultades económicas como el aumento de los costos de vida y la creciente desigualdad de ingresos.
Este fenómeno se observa no solo en EE. UU., sino también en Europa y América Latina, donde la desconfianza hacia las élites se entrelaza con la popularidad de partidos políticos de extrema derecha que canalizan el descontento popular. La concentración de riqueza y poder en manos de una minoría ha polarizado sociedades que ven cómo sus economías crecen mientras enfrentan dificultades para llegar a fin de mes. La narrativa de las élites que intentan presentarse como parte del pueblo, aunque mantienen estilos de vida completamente distintos, refleja una desconexión creciente que alimenta las demandas de cambio estructural. Analistas como el sociólogo Aaron Reeves señalan que las élites intentan justificar su posición mostrándose accesibles y cercanas, en un esfuerzo por mitigar el resentimiento social y prevenir movimientos revolucionarios que podrían amenazar su estatus.
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