A tan solo una semana de asumir la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump ha intensificado su retórica expansionista, generando controversia a nivel internacional. En un discurso cada vez más radical, ha expresado intenciones de anexionarse Groenlandia, Canadá y el canal de Panamá, desatando alarmas entre países aliados. En una reciente rueda de prensa, Trump no descartó el uso de la fuerza para hacerse con Groenlandia, que, debido a su ubicación estratégica entre Estados Unidos y Europa y su riqueza en minerales raros, se convierte en un objetivo particularmente atractivo. Asimismo, amenazó con medidas económicas para integrar a Canadá como un nuevo estado norteamericano y propuso cambiar el nombre del golfo de México por «golfo de Estados Unidos», acciones que aumentarían las tensiones diplomáticas.
La posibilidad de anexión de Groenlandia responde a varios intereses históricos y estratégicos de Estados Unidos. Considerada crucial para la seguridad nacional frente a posibles amenazas rusas, y ubicada en una región de importantes rutas marítimas, Groenlandia ofrece acceso a recursos naturales que se vuelven más accesibles debido al deshielo. A pesar de los esfuerzos previos de los EE.UU. por adquirir la isla, tanto Dinamarca como Groenlandia han rechazado firmemente las ofertas, reafirmando que cualquier decisión sobre el futuro de Groenlandia debe depender de sus habitantes. Esta postura parece enfrentarse a los deseos expansionistas de Trump, que revivió el interés por la isla, aunque se enfrenta a la firme resistencia de sus actuales administradores, quienes insisten en su autonomía y futura independencia.
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