Rusia ha intensificado su desafío hacia los aliados de la OTAN mediante la violación del espacio aéreo de al menos seis países europeos, utilizando drones y cazas. Este movimiento, que ha incluido el envío de aviones cerca de las costas de Alaska, busca, según analistas, evaluar la eficacia de las defensas antiaéreas de los países de la Alianza y generar tensiones entre Estados Unidos y Europa. El presidente Vladimir Putin está utilizando estas «provocaciones» como una estrategia en la guerra híbrida, que combina acciones militares con ciberataques y desinformación, para debilitar la cohesión entre los miembros de la UE.
Expertos señalan que estos incidentes apuntan a un doble propósito: militar y político. Desde la perspectiva militar, se busca obtener información sobre las capacidades de defensa de los adversarios, mientras que en el ámbito político, Putin quiere exacerbar las divisiones dentro de la UE y entre sus miembros, poniendo a prueba su unidad en apoyo a Ucrania. Aunque algunos gobiernos han considerado invocar el artículo 4 del Tratado de la OTAN, todavía prevalece un enfoque diplomático en lugar de una respuesta militar firme, lo que plantea interrogantes sobre la capacidad de la Alianza para manejar la situación sin desencadenar un conflicto mayor.
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