El caso de Esther López ha capturado la atención pública por la complejidad de las circunstancias que rodean su muerte. Óscar es el principal sospechoso, con una serie de pruebas que apuntan en su contra, como restos de ADN en su automóvil, imágenes de cámaras de vigilancia que sugieren que mintió sobre el lavado de su coche y la geolocalización de los móviles que contradice su versión de los hechos. A pesar de esto, sigue en libertad, lo que plantea interrogantes sobre los procedimientos judiciales y la suficiencia de las pruebas presentadas hasta ahora. La escena del crimen, alterada deliberadamente, y los informes del médico forense abren la posibilidad de un accidente o un homicidio, pero los detalles aún son interpretables, complicando el avance del caso.
La investigación se encuentra en punto muerto, con la necesidad de más tiempo para aclarar contradicciones y obtener pruebas concluyentes. La jueza ha decidido prolongar la instrucción por seis meses, evidenciando que, aunque hay sospechas sólidas, no se ha alcanzado un consenso legal. La defensa de Óscar puede explotar la ambigüedad de las evidencias, como el ADN de múltiples personas y las inconsistencias en las grabaciones de video, para argumentar su inocencia. La falta de pruebas directas y la posibilidad de rebatir muchos indicios resaltan la importancia de una minuciosa investigación forense en casos complejos como este. A pesar de las 500 páginas de informe policial, queda pendiente ensamblar las piezas de este intricado rompecabezas para conocer la verdad detrás de la tragedia de Esther López.
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