Los conflictos armados no solo generan muerte y destrucción inmediatas, sino que también dejan impactos ambientales profundos y duraderos. Los ejércitos, como grandes consumidores de energía, aportan significativamente a las emisiones de gases de efecto invernadero. La guerra en Ucrania, por ejemplo, ha desatado una catástrofe ecológica, con 120 millones de toneladas de emisiones de CO₂ y serios daños ecológicos valorados en 57.000 millones de dólares. En Gaza, la invasión israelí ha devastado bosques y tierras de cultivo, generando 39 millones de toneladas de escombros contaminados. En Etiopía, la guerra en Tigray ha revertido décadas de esfuerzos de recuperación de tierras, y en Myanmar, el conflicto ha incentivado la explotación desmedida de recursos naturales. Estas crisis no solo dañan el medio ambiente, sino que también agravan la inseguridad alimentaria y la salud pública en las regiones afectadas.
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