En el contexto electoral estadounidense, el apoyo incondicional a Israel es un punto común entre Kamala Harris y Donald Trump, pero sus diferencias en cuestión de matices parecen inclinar la balanza hacia la compleja relación entre la élite israelí y el trumpismo. Muhannad Ayyash, profesor de sociología, apunta que, políticamente, ambos candidatos comparten una postura similar al considerar a Irán un enemigo principal de Estados Unidos, mientras que el respaldo militar y diplomático a Israel permanece intacto bajo la administración Biden. La prolongación del conflicto en Gaza, que ya ha dejado más de 43.000 muertos, también evidencia una linea de apoyo continuo hacia Israel, algo que frustra a la población palestina y a críticos que señalan la complicidad de la administración actual en lo que consideran un genocidio. Este trasfondo se mantendrá como un factor presente en el debate político durante la carrera presidencial.
En la puja por la Casa Blanca, Harris intenta desmarcarse de la imagen de «Genocide Joe» que le han atribuido sus detractores, al tiempo que balancea la difícil relación con Israel. A pesar de las tensiones con el primer ministro Benjamin Netanyahu, el apoyo hacia Israel no ha vacilado, lo que refleja una continuidad que hereda de su predecesor. Por otro lado, Trump, con su marcado discurso y su protagonismo en los Acuerdos de Abraham, aboga por un Oriente Próximo sin conflictos donde prevalezca el liderazgo y la fortaleza de Estados Unidos, evidenciando un enfoque más estridente. A pesar de las diferencias en el discurso, analistas como Aaron David Miller y Tareq Baconi sostienen que no se espera un cambio significativo en la política exterior estadounidense con respecto a Palestina, independientemente de qué candidato prevalezca, dejando en el aire la influencia que esta política tendrá en los votantes de estados clave como Michigan, donde la respuesta del electorado a esta continuidad podría ser determinante.
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