La Unión Europea ha dado un paso adelante en su estrategia de semiconductores tras el respaldo de los 27 países miembros a una nueva iniciativa liderada por los Países Bajos. La propuesta, denominada provisionalmente como «Chips Act 2.0», busca redefinir el enfoque actual y multiplicar por cuatro las inversiones, superando los 43.000 millones de euros previstos en 2022. Esta medida responde a la creciente competencia global y los desafíos internos, como la inflación de costes y la falta de talento.
Ante las dificultades para alcanzar el objetivo del 20% de la producción mundial de semiconductores para 2030, la nueva estrategia propone enfocarse en fortalecer partes críticas de la cadena de valor europea, como materiales, equipamiento y empaquetado avanzado. Además, se promoverá la formación y atracción de talento especializado, así como una mejor coordinación y financiación entre la UE, los Estados y el sector privado.
El rediseño del plan también responde a la competencia asimétrica con gigantes como Estados Unidos y los principales actores asiáticos, quienes han implementado subsidios masivos y poseen capacidades instaladas robustas. La necesidad de reformular el enfoque radica en el alto coste y los tiempos prolongados para construir fábricas de semiconductores avanzadas, sumado a los altos precios energéticos en Europa.
El «Chips Act 2.0» plantea un marco más ágil para permisos, coinversión y un enfoque coordinado que priorice eslabones donde Europa ya tiene ventajas o enfrenta riesgos sistémicos. No obstante, persisten riesgos como la fragmentación de esfuerzos o la dependencia excesiva de subvenciones.
Esta nueva dirección podría ofrecer a la industria europea la oportunidad de acceder a un mercado con reglas mejor definidas y estímulos claros, siempre y cuando se logre alinear la energía, el talento y el capital privado. Las empresas interesadas deberán estar atentas a los nuevos criterios de elegibilidad, convocatorias y el encaje de proyectos en las líneas de ayuda de Estado.
Bruselas y las capitales europeas tendrán que concretar el monto y los mecanismos de financiación, definir los proyectos prioritarios y establecer un marco de medición para evaluar los logros.
En última instancia, el éxito del «Chips Act 2.0» dependerá de la capacidad de Europa para movilizar recursos privados, agilizar procesos burocráticos y asegurar un ecosistema industrial y tecnológico que sostenga su ambición en el ámbito global de los semiconductores.
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