La temperatura del mar Mediterráneo ha alcanzado niveles sin precedentes, con aguas que superan los 28 grados desde Málaga hasta Sicilia, y en ciertos puntos, como la boya de Dragonera en Baleares, llegando a 30,55 grados. Estas condiciones, propias de mares tropicales, están teniendo un impacto devastador en el ecosistema marino y en la salud de las personas que viven cerca de la costa. Las altas temperaturas han provocado una falta de brisa marina y un aumento de fenómenos climáticos extremos, como las noches tórridas. Además, se está produciendo una invasión de especies exóticas, como el pez león y el pez conejo, que afectan gravemente la biodiversidad local al competir y desplazar a las especies autóctonas.
El cambio climático, impulsado por la combustión de combustibles fósiles, es señalado como la causa principal de estas anomalías térmicas. Expertos como Dominic Royé advierten que estas elevadas temperaturas están ocurriendo cada vez con mayor frecuencia y severidad. La situación se agrava por factores geográficos del Mediterráneo, un mar cerrado con alta incidencia solar y poco intercambio con otros océanos. Este calentamiento acelerado está transformando el ecosistema, provocando desplazamientos de especies hacia el norte y la llegada de especies tropicales desde el canal de Suez. Los impactos negativos también se reflejan en la salud humana debido a la reducción del confort térmico por disminución de las brisas, lo que aumenta la sensación de bochorno en las costas.
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