Morena se encuentra en un momento crucial tras varios años de dominio político en México, mientras los partidos tradicionales como el PAN y el PRI muestran una notable debilidad en sus filas. Los líderes de estos partidos enfrentan críticas por no asumir un rol más agresivo en oposición al predominio obradorista. A pesar de algunos triunfos electorales, su liderazgo se percibe incapaz de capitalizar esos éxitos, lo cual es evidente al considerar la situación actual del PAN que, a pesar de ser una oposición natural, se ve como un partido atrapado por sus propios conflictos internos y pasados escándalos. Su conexión con figuras controversiales del pasado reciente ha mermado su credibilidad y, junto con otras fuerzas opositoras, parece no poder articular una respuesta coherente a las propuestas del gobierno de Sheinbaum, que sigue avanzando en su agenda política.
Por su parte, el PRI bajo el liderazgo de Alejandro Moreno, ha adoptado un enfoque centrado en intereses personales más que en estrategias de partido. Este movimiento ha dejado al PRI en una vulnerabilidad crítica, enfrentando acusaciones de corrupción y falta de coherencia, mientras las figuras históricas del partido observan desde la distancia. Movimiento Ciudadano, por otro lado, ha logrado cierta resonancia al obtener gubernaturas clave, pero su rol como un verdadero partido de oposición sigue sin definirse claramente. Con líderes luchando contra problemas de salud y sin una estrategia clara de crecimiento, el partido se encuentra en una encrucijada respecto a su futuro político. El contexto político actual presenta un desafío formidable para todos los partidos, que deben decidir cómo enfrentar a un Morena cada vez más consolidado.
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