Las ruinas de la Ciudad de Gaza se han convertido en un testimonio silencioso del dolor y la pérdida de sus habitantes. Doaa Ulyan, una residente de 38 años, relata cómo su vida anteriormente pacífica y plena se ha reducido a escombros tras años de ofensivas militares israelíes. Su hogar, que una vez ofrecía vistas al Mediterráneo, ha desaparecido junto a gran parte de la infraestructura de la ciudad, incluyendo la emblemática Torre Mushtaha en el barrio de Al Rimal. La devastación es extensa: según la ONU, el 92% de las viviendas han sido destruidas o dañadas, y servicios esenciales como hospitales han colapsado, agravando el sufrimiento de la población. Más de 68,000 personas han muerto, y muchas más sufren una existencia incierta en un paisaje indistinguible y desolado.
El conflicto no solo ha arrasado con las edificaciones, sino también con la memoria y la identidad de los gazatíes. Eyal Weizman, director de la agencia Forensic Architecture, describe la destrucción como una forma de genocidio, apuntando a la erradicación cultural y material del pueblo palestino. La hermana de Doaa, Malak, desde Granada, lamenta la pérdida de lugares emblemáticos de su infancia y a seres queridos víctimas del conflicto. Esta demolición cultural es parte de un patrón histórico de destrucción y ocupación, un proceso que expertos describen como una conquista arquitectónica y de limpieza étnica. Con la propuesta de reconstrucción de Gaza aún en el aire, se teme que esta pueda llevar al desplazamiento definitivo de la población, dejando un legado de desarraigo y dolor sin resolver.
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