La muerte de Javier Lambán, expresidente del Gobierno de Aragón, ha dejado un profundo vacío en quienes lo conocieron y valoraron su trayectoria política. A pesar de su deterioro físico, Lambán enfrentó su final con la misma entereza que había demostrado a lo largo de su vida. Continuó trabajando hasta el último suspiro, concediendo entrevistas y publicando en medios, lo que refleja su compromiso inquebrantable con su labor política y social. Su figura, marcada por una fuerte personalidad, se destacó en un contexto donde muchos optaron por el silencio ante la controversia.
A lo largo de sus ocho años al frente del Gobierno aragonés, Lambán se mostró firme en sus convicciones, defendiendo una visión crítica ante lo que consideraba errores en la política contemporánea de su partido y del país. Como un verdadero librepensador y socialdemócrata, se mantuvo leal a los principios de la Transición y al Estado de derecho, defendiendo la importancia de una Monarquía parlamentaria estable. Su legado trasciende su figura política; se recordará no solo por su capacidad para liderar, sino también por su lealtad, tenacidad y amor genuino por Aragón. Su muerte marca no solo la pérdida de un gran político, sino también la de un amigo para quienes compartieron su vida y sus ideales.
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