Detrás de los modernos balcones acristalados de diferentes edificios en Madrid, surgen preguntas sobre las personas que habitan estos espacios. ¿Quiénes son, qué historias albergan estas viviendas? En una ciudad que cambia rápidamente, donde los rascacielos y construcciones contemporáneas se integran al paisaje urbano, es común que los recuerdos de encuentros pasados con amigos o conocidos en alguna de estas residencias se desvanezcan en la memoria. Esta incertidumbre se magnifica cuando se observan esos fríos cristales, que impiden vislumbrar las vidas que transcurren tras ellos y acrecientan la sensación de desconexión en una metrópoli en constante evolución.
Mientras tanto, la transformación urbana avanza, y estos edificios se convierten en símbolos de nuevos tiempos. Entre quienes podrían habitar estos espacios se encuentran tanto antiguos amigos, cuyos rostros y conversaciones han comenzado a esfumarse de la memoria, como personas cuyo trayecto jamás se ha cruzado en el camino de uno. La arquitectura vanguardista, aunque estéticamente atractiva, puede hacer que las conexiones personales se sientan distantes. En este contexto, la identidad de las personas tras esos cristales se convierte en un enigma, reflejo del dinamismo de una ciudad en la que lo nuevo y lo familiar coexisten, y donde recordar quién habita estas construcciones es un desafío casi filosófico sobre el paso del tiempo y las relaciones humanas.
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