La inmunóloga Mary Brunkow se encuentra en una noche tranquila en Portland cuando recibe una inoportuna llamada desde Suecia a la una de la mañana. Sin darse a la tarea de responder, considera que cualquier intento de venta a esa hora es completamente fuera de lugar, un reflejo de cómo la publicidad ha perdido límites. Brunkow, dedicada a su trabajo en biología molecular, opina que el respeto por las horas de descanso es primordial en un hogar decente. En su mente, la llamada es solo un ejemplo más de un problema contemporáneo: nuestros datos son el alimento de una voraz tecnología.
La tranquilidad de la noche se ve interrumpida nuevamente cuando el perro ladra, alertando a su marido, quien, tras investigar el motivo del alboroto, se encuentra con una periodista de Associated Press. Entre el cansancio y la confusión, le revelan una noticia que eclipsa toda inconveniencia: su esposa ha ganado el premio Nobel de Medicina. Este giro inesperado ilumina la noche y pone fin a la pesadez de una jornada marcada por la invasión profesional en lo personal, mostrando que, incluso en momentos rutinarios, el ámbito académico puede deparar sorpresas memorables.
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