El primer episodio de la serie «Autodefensa» refleja un enfoque contemporáneo y audaz hacia las relaciones de poder y la ansiedad social, al narrar una interacción entre los personajes centrales que evoca cuestiones de consentimiento y autocensura mediática. La escena recuerda la ambigua narrativa de series como «Girls», estableciendo un paralelo en el que el miedo al escrutinio y la cancelación online se convierte en punto central. La diferencia de los años, quizás, no resta peso a la continuidad de estas problemáticas, pero sí señala una evolución en el abordaje de los temas desde la ficción. En un mundo mediático cada vez más politizado, estas representaciones cobran un relevancia única.
Mientras tanto, el término «woke» ha perdido parte de su significado original al incorporarse al vocabulario político tanto en Estados Unidos como en Europa. Originalmente, «woke» se empleó para describir una conciencia social sobre la discriminación, pero su uso se ha difuminado en discursos polarizados a ambos lados del espectro político. Este cambio lingüístico refleja las tensiones contemporáneas alrededor del reconocimiento y la corrección de las disparidades sistémicas, y plantea interrogantes sobre cómo las sociedades abordan oficialmente la igualdad de oportunidades frente a las identidades grupales. Estas tensiones se hacen evidentes en la arena cultural catalana, donde concursos y subvenciones gubernamentales han introducido criterios extrartísticos para impulsar la equidad, generando tanto avances notorios como críticas por una supuesta previsibilidad y limitación creativa en las obras artísticas subvencionadas. La interacción entre arte y política ha generado un modelo en el que la intención de promover diversidad cultural convive con el deseo de mantener la integridad artística, lo que abre de nuevo el debate sobre la autonomía de los creadores frente a la intervención estatal.
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