La reciente ofensiva de las fuerzas rebeldes sirias en Alepo ha sorprendido al régimen de Bashar al-Asad y a sus aliados, Rusia e Irán, en un momento crítico de la prolongada guerra civil siria. Aunque Turquía, históricamente un aliado de la oposición siria, no ha intervenido directamente en los combates, ha expresado su deseo de evitar acciones que podrían provocar una nueva ola migratoria hacia su territorio. El ministro de Exteriores turco, Hakan Fidan, ha señalado la necesidad de un cambio de rumbo en el conflicto sirio, subrayando que la falta de reconciliación del gobierno de Damasco con su pueblo ha sido un error crítico. En paralelo, Ankara ha mantenido conversaciones con Irán en un esfuerzo por explorar soluciones diplomáticas que promuevan la estabilidad regional.
Durante la última década, la política de Turquía hacia Siria ha estado marcada por un respaldo contundente a la oposición siria contra el régimen de Al-Asad. Sin embargo, las dinámicas regionales han evolucionado, llevando a Ankara a ajustar su enfoque, principalmente por la creciente influencia de las fuerzas kurdas a lo largo de su frontera, percibidas como una amenaza directa a su seguridad nacional. Mientras tanto, Turquía ha preservado su presencia militar en el norte de Siria, realizando varias operaciones para amenazar la expansión kurda y gestionar el flujo migratorio. La reciente movida de los rebeldes en Alepo podría recalibrar la posición de Turquía en la región, conforme el país busca influir en el desenlace del conflicto, manteniendo una estrategia flexible entre los intereses kurdos, de Damasco y sus aliados internacionales.
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