El bocadillo de calamares es un icono indiscutible de la gastronomía madrileña, conocido como el «fast food castizo» de la ciudad. Su popularidad se ha consolidado especialmente en lugares emblemáticos como la Plaza Mayor. Aunque sencillo en su composición, este manjar encierra una historia rica y compleja que se remonta al siglo XVI, cuando comenzó el suministro regular de pescado a Madrid. Este proceso, que mejoró significativamente con los avances en transporte en el siglo XVIII gracias a los arrieros maragatos, facilitó la llegada de pescado fresco, una base esencial para la tradición culinaria que se desarrollaría más tarde. La influencia de la cocina andaluza introdujo la técnica del «pescaíto frito», y hacia el siglo XIX, los calamares empezaron a hacerse un hueco en los recetarios madrileños, gracias también a la influencia de cocineros de Galicia y Asturias.
Durante los años 60, el bocadillo de calamares alcanzó la cúspide de su fama, convirtiéndose en favorito tanto para la clase trabajadora como para los estudiantes, especialmente en áreas céntricas de Madrid como las calles Postas y Ciudad Rodrigo. Bares como el Bar Postas adquirieron notoriedad, cimentando la reputación del bocadillo como una auténtica joya gastronómica de la ciudad. Hoy en día, el bocadillo de calamares no solo mantiene su estatus como símbolo de Madrid, sino que también continúa deleitando a locales y visitantes por igual con su sabor inconfundible y su accesibilidad, reflejando el espíritu castizo de la capital española. A pesar de los cambios a lo largo de los años, el bocadillo sigue siendo un testimonio vivo de cómo la tradición y la cultura pueden fusionarse deliciosamente en un simple plato.
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