Miguel Hidalgo, conocido por su fervor revolucionario, instó a un joven conocido como el Pípila a prender fuego a la puerta de la Alhóndiga en Guanajuato. Este acto de valentía marcó un momento crucial en la lucha por la independencia de México. La Alhóndiga, refugio de las clases acomodadas y el ejército realista, se convirtió en el epicentro de una de las batallas más significativas y sangrientas. La victoria insurgente en este sitio, a pesar de la condena eclesiástica y la excomunión a Hidalgo, fue decisiva para la lucha independentista, destacando la tensión entre la búsqueda de autonomía y los intereses económicos y sociales de la Nueva España.
La insurrección se adelantó al 16 de septiembre de 1810, liderada por Hidalgo con el icónico estandarte de la Virgen de Guadalupe. Esta decisión se detonó debido a una traición, provocando que Hidalgo y sus aliados tomaran múltiples ciudades clave, aunque sufrieron importantes derrotas, como la de Puente de Calderón en 1811. La lucha se complicó con la captura y ejecución de los líderes insurgentes. Sin embargo, figuras como José María Morelos continuaron con la resistencia, promulgando la Constitución de Apatzingán en 1814, que abogaba por una independencia absoluta y la organización de un congreso nacional. A pesar de múltiples reveses, la lucha culminó en 1821 con la entrada del Ejército Trigarante a Ciudad de México, tras la proclamación del Plan de Iguala y la firma de los Tratados de Córdoba, que dieron nacimiento al Primer Imperio Mexicano, marcando oficialmente su independencia.
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