En la corrida de Jandilla de la Feria de San Isidro, los toros presentaron una calidad excepcional para el toreo moderno, destacándose por su nobleza y una casta suficiente para satisfacer a los taurinos. La corrida, calificada por algunos críticos como «la corrida de la feria», ofreció a los toreros una tarde sin problemas insalvables, facilitando la expresión artística en el ruedo. Borja Jiménez destacó al recibir una fuerte ovación y cortar una oreja tras una brillante actuación en el tercer toro, a pesar de no haber podido redondear el triunfo por la colocación de la estocada final. En contraste, José María Manzanares no logró lucirse con sus faenas, mientras que Sebastián Castella dio una vuelta al ruedo a pesar de la falta de entusiasmo del público.
Jiménez volvió a mostrar su calidad en el sexto toro, aunque el débil animal no le permitió lograr un triunfo mayor. La plaza, llena a rebosar, aplaudió las faenas que se presentaron. Castella tuvo una actuación técnica pero carente de misterio artístico, lo que le impidió alcanzar el éxito esperado, mientras que Manzanares pasó desapercibido. La corrida de Jandilla refleja el tipo de espectáculo apreciado por los taurinos, donde los toros colaboran para lograr un espectáculo vistoso, aunque la tarde también dejó claro que las oportunidades desaprovechadas y las faenas sin pasión pasan factura en la percepción del público y críticos.
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