La novela La fea burguesía, escrita por Miguel Espinosa, se erige como un crudo retrato de las clases acomodadas que respaldaron el régimen franquista, a pesar de haber sido publicada años después de su muerte. Este trabajo, aunque data de 1990, refleja con agudeza la fealdad ética y estética de una sociología fracturada. Su relevancia se agudiza al contrastar esta visión con la actual élite del poder político en España, que se ha alineado con una decadente izquierda institucional, en medio de escándalos y conflictos interpersonales, como el protagonizado recientemente por Leire Díez y otros. La ausencia de una obra contemporánea que capture esta nueva realidad política en términos tan incisivos ha suscitado una inquietante reflexión sobre el deterioro moral en la vida pública.
A medida que se desnudan las tensiones en el espectro político, la percepción de una "fealdad progresía" se vuelve más evidente. Se observa que estos nuevos actores, muchas veces tan mediocres como aquellos que apoyaron el franquismo, se consideran poseedores de una moralidad superior, a pesar de su mirada estigmatizadora hacia quienes critican sus postulados. Este clima ha sido alimentado por concesiones a nacionalismos y populismos que han eclipsado las bases éticas y estéticas de la política contemporánea. La progresiva deserción de intelectuales y la frustración de muchos con la situación vigentes apuntan a un descontento creciente hacia quienes hoy detentan el poder, lo que plantea la inquietante pregunta de si los verdaderos traidores son aquellos que se aferra a posturas idiosincráticas de un "progresismo" que ya no representa.
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