En el inicio del segundo mandato de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, la ceremonia de investidura no solo captó la atención por las declaraciones del mandatario, sino también por un particular incidente protagonizado por su esposa, Melania Trump. Mientras Trump intentaba darle un beso, fue detenido por el elegante sombrero de ala ancha que lucía la primera dama. Este accesorio, que no solo cubría su cabeza sino también fungía como una barrera física, se convirtió en un escudo que evitó el gesto público de afecto. Durante el evento, Melania fue la única en cubrir su cabeza, a excepción del discreto tocado de Ivanka Trump, detalle que añadió un punto de intriga sobre las verdaderas emociones de la primera dama mientras escuchaba los planes ejecutivos de su esposo.
Mientras el mundo observaba atentamente la investidura, Trump, en lugar de centrarse en protocolos ceremoniales, adelantó una serie de medidas controvertidas que entusiasmaron a sus seguidores y alarmaron a sus detractores. En medio de este clima político de polarización, Melania, conocida por su personalidad fría e inexpresiva y su preferencia por mantenerse alejada del foco público, parecía utilizar su sombrero como un aliado estratégico. Ya fuera un accesorio elegido con intención o simplemente un desacierto, terminó por complementarla al reforzar su imagen distante, generando así interrogantes sobre sus pensamientos y emociones durante el discurso político de alto calibre de su esposo.
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