La situación energética en Alemania y Europa Central está marcada actualmente por el término «dunkelflaute», un fenómeno caracterizado por la combinación de bajas temperaturas y una casi total ausencia de viento. Este fenómeno obliga a un mayor uso de las centrales de ciclo combinado, que funcionan con gas, generando un notable incremento en los precios de la electricidad. Esta semana, los consumidores alemanes enfrentan una tarifa media de 395 euros por megavatio hora (MWh), la cifra más elevada desde la crisis energética provocada por la invasión rusa de Ucrania. En momentos críticos del día, como de cinco a seis de la tarde, los precios alcanzan los 936 euros por MWh, un récord en los últimos 18 años. La escasez de viento ha reducido drásticamente la capacidad de generación de energía eólica, normalmente una de las principales fuentes de electricidad en Alemania, lo que ha socavado aún más el suministro energético nacional.
Esta dependencia de las centrales de ciclo combinado no solo impacta en los precios, sino también en los niveles de almacenamiento de gas, que han disminuido significativamente en Alemania, pasando del 98% a inicios de noviembre a alrededor del 87% en la actualidad. En el contexto europeo, las reservas han caído al 80% de su capacidad, siendo esta la reducción más rápida desde 2016. Si bien las reservas actuales son suficientes para enfrentar el invierno, el descenso acelerado podría complicar los esfuerzos para recargar los depósitos de cara al próximo invierno. De acuerdo con estimaciones de la consultora ICIS, se proyecta que los almacenes cierren 2024 apenas por encima del 70%. Los analistas advierten sobre posibles problemas de suministro para 2025, sugiriendo que la situación energética europea podría enfrentar desafíos considerables en los próximos años.
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