La crisis eléctrica de California en 2000 y 2001, caracterizada por la manipulación del mercado por parte de empresas como Enron, ha dejado una impresión persistente en la memoria pública, pese a que el estado no ha experimentado cortes significativos desde entonces. Esta antigua crisis resurge en el discurso político, como en las declaraciones recientes de Donald Trump, que presentó una imagen distorsionada de la actual situación energética de California, afirmando erróneamente que el estado sufre apagones constantes. A pesar de que los californianos y registros históricos desmienten tales afirmaciones, parecen formar parte de un patrón donde Trump evoca episodios del pasado, inclinándose por la exageración para subrayar un panorama negativo que ya no se ajusta a la realidad actual del estado.
Este fenómeno no se limita a la energía eléctrica, sino que también abarca percepciones obsoletas sobre la delincuencia y la economía. Trump, al referirse a las ciudades estadounidenses como si estuvieran atrapadas en la criminalidad de finales del siglo pasado, ignora los significativos descensos en las tasas de homicidio registrados desde entonces. Asimismo, su visión de Detroit como un emblema de decadencia contrasta con la revitalización económica que la ciudad ha experimentado, ganando reconocimiento como un dinámico ecosistema de startups. Este discurso parece reflejar una inclinación por interpretar la realidad a través de un prisma del pasado, en detrimento de la verdad actual, sugiriendo que Trump proyecta una imagen distópica del país arraigada en eventos históricos superados en lugar de basarse en evidencias contemporáneas.
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