Un fenómeno observado en diversos estudios científicos sugiere que las hembras de varias especies de primates, incluidas las humanas, son más sensibles al asco en comparación con los machos. Esta característica podría tener una base evolutiva relacionada con la protección ante enfermedades, ya que las hembras suelen rechazar fuentes potenciales de infección, reduciendo así el riesgo de enfermedades parasitarias y de transmisión sexual. Cécile Sarabian, ecologista cognitiva, ha destacado que esta selectividad podría también contribuir a una mayor longevidad en las hembras, al minimizar su exposición a infecciones. Durante su investigación con macacos japoneses, Sarabian observó que las hembras eran más meticulosas al seleccionar alimentos, lo cual se traduce en menores tasas de infección por parásitos en comparación con los machos.
Este patrón de comportamiento es corroborado por observaciones de otras especies de primates, como los babuinos oliva y los gorilas occidentales de tierras bajas, donde las hembras evitan el contacto con individuos infectados. Además, se ha demostrado que la percepción del asco funciona como una defensa inmunológica avanzada en primates, modulando el riesgo de infecciones en contextos donde las circunstancias sanitarias pueden controlarse. Sin embargo, es en las mujeres de sociedades occidentales donde esta sensibilidad al asco es notablemente mayor en comparación con los hombres, lo que también se ve reflejado en experimentos basados en imágenes y descripciones repulsivas. Estas respuestas emocionales y evolutivas subrayan la importancia del asco como un mecanismo de supervivencia que, aunque pueda resultar incómodo, sigue siendo crucial para la salud y la protección de las especies.
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