El actual ministro de Cultura, Ernest Urtasun, ha generado controversia al establecer un criterio selectivo para definir y promover la cultura bajo su mandato. Con una clara orientación hacia favorecer aquellos movimientos comprometidos con la descolonización y ciertos discursos ideológicos, las ayudas y subvenciones parecen más orientadas a premiar la alineación con estas ideas que los méritos artísticos o creativos en sí. Un ejemplo de ello es la reciente concesión póstuma de la medalla de la Orden de Isabel la Católica a la actriz Marisa Paredes. Este reconocimiento, tradicionalmente reservado para quienes benefician a la nación o fortalecen relaciones diplomáticas de España, parece ahora responder a una lógica distinta, generando dudas sobre la coherencia y los criterios de otorgamiento. La inclusión de figuras como la política italiana Giorgia Meloni en este conjunto de condecorados resalta aún más la aparente desconexión con su propósito original.
Además, el ministro ha emprendido una cruzada personal contra la tauromaquia, eliminando premios y negando financiamiento público a una tradición profundamente arraigada en la historia cultural española. Urtasun, quien abiertamente considera el toreo como una manifestación de maltrato animal, enfrenta la compleja tarea de representar a una nación que históricamente ha sido tanto taurina como católica. Esta postura ha avivado el debate sobre qué es considerado culturalmente valioso y resalta la polarización en torno a qué aspectos de la cultura deben ser preservados y promovidos desde el gobierno. Si bien la cultura es un concepto en constante evolución, las acciones del ministro han puesto de manifiesto la tensión entre una visión modernizadora de la cultura y el respeto hacia elementos tradicionales que algunos consideran esenciales para la identidad española.
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