La proliferación de herramientas avanzadas de inteligencia artificial ha hecho posible la creación masiva de imágenes y videos falsos con apariencias sorprendentemente reales, conocidos como deepfakes, lo cual ha desatado preocupaciones sobre la sexualización no consensuada de individuos, especialmente mujeres. Un reciente caso notable involucra a «Luce», una mascota ficticia creada para representar el próximo Jubileo en el Vaticano, la cual fue rápidamente convertida en un icono sexual a través de plataformas de IA, en un lamentable ejemplo de cómo la «regla 34» de internet predice que todo puede convertirse en contenido pornográfico. Este fenómeno no solo afecta a figuras públicas, sino que también extiende este riesgo a cualquier persona, desde vecinas hasta colegas, aumentando significativamente el alcance del problema y subrayando la urgente necesidad de una regulación más efectiva y de la alfabetización digital para prevenir abusos.
Expertos y organizaciones internacionales como Naciones Unidas advierten sobre el impacto devastador que estas prácticas podrían tener, no solo a nivel personal, sino también en la estabilidad política y social. La profesora Mary Anne Franks y la asesora de Naciones Unidas Alexandra Robinson señalan la velocidad a la que estas herramientas están creciendo, evidenciado por el aumento de cinco a 200 en su disponibilidad en menos de dos años. Los deepfakes no solo suponen una violación del derecho a la imagen y al honor, sino que también amenazan con erosionar la confianza en las instituciones democráticas, afectando desproporcionadamente a las mujeres, quienes representan el 99% de las víctimas. La solución requiere un enfoque integral que incluya legislación proactiva, educación en derechos digitales y una fuerte responsabilidad por parte de las plataformas digitales.
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