En un periodo desafiante para la ciencia en Estados Unidos, la administración de Donald Trump ha adoptado una postura hostil hacia las principales universidades del país. La Universidad de Columbia ha pactado concesiones, como permitir la detención de personas por parte de sus agentes de seguridad y la reasignación del departamento de Oriente Próximo, a cambio de recuperar contratos federales por 400 millones de dólares. Mientras tanto, Harvard enfrenta presiones políticas bajo la retórica de lucha contra el antisemitismo, resistiendo la congelación de fondos federales mientras el gobierno busca limitar la matrícula de estudiantes extranjeros. Este conflicto resalta la creciente guerra cultural desatada por la extrema derecha, que acusa a universidades y organizaciones culturales de ser bastiones del pensamiento progresista.
Por otro lado, en Chile, la ciencia enfrenta problemas de financiamiento por parte del gobierno del presidente Gabriel Boric, quien todavía no ha cumplido su promesa de aumentar el presupuesto estatal para el desarrollo científico. A pesar de que su política no es comparable con la de Trump, la ineficacia burocrática ha dejado muchos proyectos sin financiamiento, lo que afecta especialmente a las ciencias sociales. La ANID está considerando evaluar la pertinencia del gasto en futuros proyectos, lo que podría abrir la puerta a interferencias políticas en la investigación científica. En este contexto, la situación se torna preocupante, especialmente bajo la posible influencia de figuras como José Antonio Kast, quien lidera una red internacional conservadora. La falta de acción o interés por parte de las autoridades en Chile refleja una paradójica complicidad con la crisis actual en el ámbito científico.
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