En un sorprendente vuelco de los acontecimientos, la televisión estatal siria anunció el domingo la caída del régimen de Bashar al-Assad, lo que marca el fin de una era de más de cinco décadas de gobierno autoritario en Siria. En una escena inimaginable hace apenas unos días, miles de sirios se congregaron en los palacios del ahora exiliado líder para celebrar su caída, algunos capturando el momento con selfies y llevándose objetos como souvenir. El colapso del régimen se produjo después de 13 años de una devastadora guerra civil que ha dejado al país dividido y sumido en una crisis humanitaria con más de medio millón de muertos y millones de desplazados. En una señal de los tiempos cambiantes, Rusia, aliado clave de Assad, concedió asilo al líder y su familia, dejando a Siria en una encrucijada con un futuro incierto mientras desmantelan los últimos símbolos del poder de los Assad.
La caída del régimen de Assad se desarrolló con notable rapidez y sin la resistencia anunciada de sus tropas, provocando una ola de derrumbamiento de estatuas del clan Assad en ciudades consideradas antiguamente bastiones del régimen. Desde la llegada al poder de Hafez al-Assad en 1971, Siria ha estado bajo el dominio de la familia Assad y el partido Baaz, conocido por su represión brutal y su férreo control. Bashar al-Assad, quien accedió al poder tras la muerte inesperada de su hermano y la sucesión de su padre, mantuvo el puño de hierro sobre el país, enfrentándose a un conflicto interno que se intensificó con la llegada de la Primavera Árabe. Sin embargo, las recientes operaciones de la oposición y la retirada del apoyo de Rusia e Irán han resultado ser el golpe final para el régimen, al tiempo que el futuro de la dinastía, representado por el joven Hafez, el primogénito de Assad, parece más incierto que nunca tras esta caída histórica.
Leer noticia completa de Internacional en El Independiente.