Cada 1 de octubre marca el inicio del año hidrológico en España, un momento crítico para evaluar el estado de los recursos hídricos del país. Sin embargo, este 2024 cierra con un panorama preocupante: uno de los años más secos en décadas, con embalses en niveles críticos, sequías prolongadas y devastadores incendios forestales. Este veranillo también ha sido el más cálido en la historia, lo que complica aún más la situación para agricultores, ganaderos y poblaciones urbanas. Mientras el clima desafía la disponibilidad de agua, España se consolida como la principal huerta de Europa, con una notable exportación de frutas y hortalizas que transporta millones de litros de agua de sus tierras áridas al extranjero.
El informe reciente de Greenpeace revela que la huella hídrica de las exportaciones agrícolas en 2024 supera con creces el consumo de agua para uso doméstico del país, alcanzando cifras alarmantes. Así, aunque España exporta grandes cantidades de productos frescos, el uso escondido de agua en su producción plantea serias interrogantes sobre la sostenibilidad futura. La agroindustria, vital para la economía nacional y encargada de la producción intensiva que alimenta gran parte de Europa, enfrenta críticas por su modelo. En un contexto de creciente escasez de agua y desertificación potencial, surge la necesidad urgente de replantear un modelo que equilibre la producción con la conservación de recursos hídricos.
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