Los primeros 100 días del Gobierno de Keir Starmer han sido descritos como uno de los peores comienzos de un líder británico en la historia reciente, con la excepción del efímero mandato de Liz Truss. A pesar de su reciente llegada al liderazgo del Reino Unido, Starmer enfrenta una serie de desafíos que han erosionado rápidamente su popularidad. Comparado adversamente con el primer ministro Rishi Sunak, Starmer lidia con crecientes críticas, una oposición tory cada vez más fortalecida, y la necesidad imperiosa de revitalizar su mandato para evitar un debilitamiento continuo de su influencia política. Las dificultades internas del Partido Laborista y el desencanto de sus propios aliados añaden una capa de complejidad a su administración.
Starmer, consciente de la situación, intenta reorientar su gestión bajo el escrutinio constante de la opinión pública y los medios de comunicación. En un esfuerzo por distanciarse de los problemas que han marcado sus primeros meses, está emprendiendo una serie de reformas internas y ajustes estratégicos para reforzar su posición. Sin embargo, el desafío es enorme. Con los tories pisándole los talones y una base de apoyo que se siente cada vez más insegura, Starmer debe demostrar capacidad de liderazgo y visión política para superar un inicio tumultuoso que podría marcar el rumbo futuro de su gobierno. La situación recuerda la breve y tumultuosa gestión de Liz Truss, quien también enfrentó una notable caída en popularidad poco después de asumir el cargo.
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