En Nueva York, la candidata demócrata Kamala Harris ha logrado una clara victoria sobre su rival republicano, el expresidente Donald Trump, al obtener el 59% de los votos frente al 41% de Trump, con el 66% de los votos escrutados. Este resultado reafirma la tradición de este estado predominantemente progresista de inclinarse hacia el Partido Demócrata, algo que se ha mantenido constante desde 1984 cuando Ronald Reagan fue el último republicano en ganar allí. La victoria de Harris en Nueva York le otorga 28 votos electorales, consolidando su posición en la contienda por la presidencia en Estados Unidos. En comparación, Trump, pese a ser originario de Nueva York, no ha logrado revertir esta tendencia en sus campañas anteriores de 2016 y 2020, donde fue derrotado por un margen considerable por Hillary Clinton y Joe Biden, respectivamente.
Mientras tanto, otros estados comenzaban a cerrar sus urnas, dibujando un panorama electoral movido. Trump logró imponerse en Kentucky con una mayoría del 65%, mientras que Vermont fue el primero en declarar su apoyo a Harris. Este ciclo electoral se caracteriza por la importancia de los estados denominados «clave», como Nevada, Arizona y Wisconsin, que, aunque tienen menos votos electorales en conjunto, son determinantes para el desenlace de las elecciones presidenciales. Con Nueva York asegurado para los demócratas, los esfuerzos de ambos candidatos se centran ahora en conquistar estos territorios donde la competencia se perfila más reñida, y que, con sus diversos números de votos electorales, podrían inclinar definitivamente la balanza en favor de uno u otro aspirante a la presidencia.
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