El reciente Comité Federal del PSOE, celebrado en medio de una intensa crisis interna, se ha presentado como un foro crucial para abordar el «caso Cerdán», un escándalo de corrupción que amenaza la estabilidad del partido y pone en jaque al liderazgo de Pedro Sánchez. Este evento, descrito como una combinación de foro deliberativo y parlamento interno, tiene la misión de definir un plan de acción que pueda mitigar el daño sufrido. La tensión es palpable dentro de la formación socialista, con dirigentes regionales y afiliados críticos, mientras que aliados políticos como Sumar observan con desconfianza. Entre las medidas propuestas destaca una auditoría interna y una renovación profunda del equipo directivo, intentando distanciar al partido de las prácticas cuestionables y recuperar la confianza tanto interna como externa.
Mientras el PSOE afronta estas tensiones, desde el Congreso del Partido Popular (PP) se proyecta una imagen de unidad y control, con un enfoque estratégico y mensajes dirigidos a capitalizar la crisis socialista. El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, ha liderado un congreso ordenado y de moral alta, centrado en reafirmar su agenda anticorrupción frente a las dificultades del PSOE. En este contraste de realidades, el PSOE lucha por superar su crisis de legitimidad, con una dirección política que debe demostrar autocrítica y cambios creíbles para evitar una simple solución cosmética. La situación plantea un dilema sobre cómo cada partido gestiona sus desafíos, siendo el PSOE el que encara un complejo proceso de renovación que determinará su futuro político en un contexto de creciente presión interna y externa.
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