La serie Legado, creada por Carlos Montero, Pablo Alén y Breixo Corral, llega a Netflix el 16 de mayo como un intento de capturar la esencia del éxito de Succession, pero se siente más como una imitación que como una obra original. A través de la familia Seligman, dueña de un influyente grupo mediático español, la trama explora las tensiones internas y el conflicto por el control del periódico El Báltico. Federico Seligman, interpretado por José Coronado, se enfrenta a sus hijos, quienes están dispuestos a hacer trampa y manipular la realidad para mantener la fachada del negocio familiar, reflejando un ecosistema de poder y corrupción que recuerda a otras sagas familiares en la televisión.
A pesar de su potencial, Legado se siente atrapada en un laberinto narrativo donde los giros constantes parecen más una estrategia para mantener la atención que una construcción adecuada del drama. La serie carece del peso emocional y la crítica social presente en Succession, transformándose en un cóctel algo insípido que refleja la política actual de manera superficial sin profundizar en sus complejidades. Aunque entretiene, su esfuerzo por replicar las fórmulas de sus predecesoras evidencia una falta de voz propia que, si bien garantiza minutos de distracción, no logra trascender en el competitivo panorama de la ficción seriada.
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