Jorge Martín, el piloto español que recientemente se coronó campeón del Mundial de MotoGP, pasó por un fin de semana memorable e intensamente emotivo. En un momento de gran tensión, se le vio realizando ejercicios de visualización, buscando concentración antes de la crucial carrera. Aunque esta imagen reflejaba un instante de paz, su recorrido hasta el campeonato ha sido cualquier cosa menos tranquilo. Desde su infancia en un hogar apasionado por el motociclismo, Martín enfrentó adversidades económicas significativas. La crisis financiera de 2008 dejó a sus padres sin empleo, lo que le impuso una presión adicional: ganar era la única opción para mantener viva su esperanza de carrera. Corriendo con tal carga, logró ganar la Red Bull Rookies Cup, cimentando su camino hacia el éxito en las categorías superiores.
A lo largo de su trayectoria, Martín ha tenido que superar múltiples obstáculos físicos y psicológicos. En Moto3, su perseverancia quedó demostrada cuando incluso compitió con una mano biónica para mantener su liderazgo, un esfuerzo conjunto con su padre que le permitió seguir adelante. Sin embargo, las pruebas no se limitaron a lo físico; el síndrome del impostor fue una barrera mental que debió vencer. Su determinación le permitió vencer a rivales formidables como Bagnaia, logrando su ansiado título desde un equipo satélite, algo que no ocurría desde la época de Valentino Rossi. Martín ha ido ajustando su estilo de carrera, sacrificando parte de su agresividad por consistencia, entendiendo que los podios también pueden llevar al título. Este cambio de mentalidad le ha dado la fuerza necesaria para alzarse como un campeón que cree en sí mismo y en su capacidad para destacarse en el mundo del motociclismo.
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