En el marco de una de las contiendas electorales más reñidas en décadas, Jill Stein, candidata del Partido Verde, se presenta como una figura divisoria en la carrera presidencial de Estados Unidos. Aunque su plataforma política se alinea más estrechamente con los demócratas, Stein dirige sus críticas hacia Kamala Harris, reflejando un desencanto con el bipartidismo dominante. En sus discursos, Stein ha subrayado la similitud de las políticas republicanas y demócratas, centrándose en su respaldo a lo que denomina la «maquinaria de guerra» de Estados Unidos, y ha desafiado la idea de que los votos pertenecen a los dos partidos tradicionales. Este enfoque provocador ha motivado al Partido Demócrata, que ve el potencial de una candidatura minoritaria como la de Stein para convertirse en un factor decisivo que perjudique sus posibilidades de victoria.
En medio de este complejo paisaje electoral, Stein surge como una fuerza a tener en cuenta en los estados bisagra, donde la diferencia de votos es crítica para determinar el resultado presidencial. Especialmente en estados como Pensilvania, Michigan y Wisconsin, su historial de desviar votos es motivo de alarma entre los demócratas, recordando las elecciones de 2016 cuando su candidatura contribuyó a la derrota de Hillary Clinton. El apoyo musulmán, uno de sus pilares clave, destaca su posicionamiento a favor de la causa palestina y su llamado a terminar la ayuda militar estadounidense a Israel. Con el profesor musulmán Butch Ware como compañero de fórmula, Stein refuerza su compromiso con un electorado diverso y desencantado, posicionándose como una voz potente contra lo que percibe como una estructura política rota y opresiva.
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