En el reciente panorama tecnológico, Jensen Huang, cofundador y director general de NVIDIA, ha puesto sobre la mesa un cálculo que revitaliza el debate sobre la computación cuántica, sugiriendo que los ordenadores cuánticos plenamente funcionales aún podrían tardar unas dos décadas en materializarse. Según Huang, aventurar un plazo de 15 años resultaría optimista, mientras que extenderlo a 30 sería más bien pesimista. En este contexto, un término medio de dos décadas parece razonable.
Ivana Delevska, directora de inversiones de Spear Invest, apoya esta estimación, argumentando que la construcción de un ordenador cuántico operativo completo es un desafío tan complejo como lo fue para NVIDIA consolidar la computación acelerada. Necesitaría, entre otras características, mecanismos de corrección de errores robustos. Actualmente, los prototipos que existen no pueden corregir sus propios fallos, lo cual limita significativamente su potencial.
IBM y Google son dos de las grandes compañías que están elevando las expectativas en la carrera por dominar la computación cuántica. IBM tiene planes para revelar su hardware de corrección de errores, Starling, en 2029, con vistas a lanzar Blue Jay para 2033, un hardware diseñado para una escalabilidad masiva que podría marcar un hito en este campo. Por otro lado, Google ha desarrollado Willow, un procesador cuántico que promete reducir los errores a medida que aumenta el número de cúbits.
La trayectoria optimista de IBM y Google podría desafiar las estimaciones de tiempo más prudentes, pero la complejidad subyacente de lograr un sistema cuántico verdaderamente funcional indica que el plazo sugerido por Huang sigue siendo razonable. No obstante, el impacto potencial de la computación cuántica es difícil de subestimar. Podría revolucionar la criptografía, la inteligencia artificial y la simulación molecular, abriendo nuevos horizontes para la ciencia y la industria.
Europa se encuentra frente a un desafío estratégico en este campo. Aunque existen algunas iniciativas prometedoras en el continente, como las de Alemania y Países Bajos, la dependencia de tecnologías desarrolladas en Estados Unidos podría comprometer su futura soberanía tecnológica si no se incrementa la inversión y colaboración en este ámbito.
La predicción de Huang invita a la reflexión sobre el camino que queda por recorrer en la computación cuántica. Mientras algunas empresas estadounidenses lideran el avance, Europa debe decidir si está dispuesta a asumir un papel protagonista o si simplemente observará desde la distancia cómo se desarrolla esta crucial revolución tecnológica.