El CEO de NVIDIA, Jensen Huang, ha reafirmado su postura de mantener una apertura tecnológica global en medio de las tensiones sobre las restricciones de exportación de hardware de inteligencia artificial (IA) hacia China. Durante una entrevista con CNN, Huang enfatizó que la restricción tecnológica es una táctica y no un fin en sí misma, advirtiendo que una aplicación incorrecta podría ser contraproducente.
Para Huang, el liderazgo de Estados Unidos en IA depende de permitir que su tecnología sea accesible a nivel mundial, incluida China. Argumentó que esto incentivará la innovación global sustentada en bases estadounidenses. Sus declaraciones surgen en un contexto de controversia sobre la venta de GPU de alta gama a China, cruciales para aplicaciones de IA.
Al ser cuestionado sobre el riesgo de que las exportaciones puedan fortalecer al ejército chino, Huang aseguró que ambos ejércitos, el estadounidense y el chino, no dependen de tecnologías rivales, ya que podría interrumpirse su disponibilidad en cualquier momento. Añadió que China tiene capacidades de cómputo propias, sin necesidad de recurrir a los chips de NVIDIA para sus sistemas militares.
Este tema ha cobrado relevancia justo antes de la visita de Huang a Beijing, agendado para el 16 de julio. En Washington, senadores de ambos partidos han expresado inquietud, instando a Huang a evitar reuniones con empresas chinas asociadas al ámbito militar y de inteligencia.
La situación se complica más por los informes de que China estaría construyendo centros de datos que albergarían un gran número de GPUs de NVIDIA, lo que aparentemente desafía las restricciones comerciales de EE. UU. La procedencia de esos chips sigue sin aclararse totalmente.
Bajo el mandato del presidente Donald Trump, la administración ha adoptado un enfoque más favorable hacia la IA, buscando reducir regulaciones establecidas anteriormente y fomentando la tecnología, aunque las fuertes tarifas comerciales contra China siguen vigentes.
El discurso de Huang busca mitigar el clima de confrontación tecnológica y fomentar una cooperación controlada, donde EE. UU. mantendría el liderazgo sin limitar la adopción global de sus tecnologías. Sin embargo, su enfoque podría enfrentar desafíos políticos tanto en Washington como en Pekín.
El éxito de esta estrategia, orientada a construir sobre bases estadounidenses y facilitar una nueva era en las relaciones tecnológicas entre EE. UU. y China, aún está por verse. Todo dependerá de la diplomacia tecnológica entre ambas potencias y cómo manejen sus políticas y restricciones actuales.
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