La próxima película de Christopher Nolan, «La Odisea», ha desatado una controversia significativa debido a su decisión de rodar en Dajla, una ciudad saharaui controlada por Marruecos. Las críticas se han centrado en el contexto político del Sáhara Occidental, donde el pueblo saharaui ha enfrentado más de cinco décadas de ocupación. Entre los detractores se encuentra el actor Javier Bardem, quien ha utilizado su plataforma en redes sociales para condenar la elección del director y llamar la atención sobre la historia de represión que enfrenta esta comunidad.
Las preocupaciones han sido respaldadas por el festival de cine FiSahara, que se celebra en los campos de refugiados saharauis en Argelia. María Carrión, directora del certamen, argumenta que rodar en un «territorio ocupado», donde sus nativos no pueden narrar sus propias historias, contribuye involuntariamente a la represión de Marruecos. La situación en el Sáhara ha cobrado notoriedad recientemente, con otros proyectos cinematográficos también siendo criticados por silenciar un conflicto que ha perdurado durante años, lo que plantea preguntas sobre la responsabilidad social de las grandes producciones en contextos internacionales delicados.
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