Tras casi dos meses de intensos enfrentamientos, Israel y el Líbano están a punto de aceptar el alto el fuego propuesto por Estados Unidos, lo que podría aliviar una de las crisis más complejas del Medio Oriente reciente. Los bombardeos en el sur de Beirut no han cesado, pero se espera que, en pocas horas, ambas naciones anuncien la tregua, gracias a los esfuerzos del mediador estadounidense Amos Hochstein. La propuesta incluye un cese al fuego por dos meses y la retirada de las fuerzas israelíes del Líbano, mientras que Hizbulá debe abandonar su presencia armada en la frontera sur del río Litani. Serán reemplazados por el ejército libanés y la fuerza de mantenimiento de la paz de la ONU, aunque aún quedan puntos críticos en discusión antes de la formalización del acuerdo.
Tanto Israel como el Líbano han planteado reticencias que complican la materialización del acuerdo. Israel demanda garantías más contundentes para el desarme de Hizbulá en la zona fronteriza y quiere mantener la opción de atacar si percibe amenazas, mientras que Hizbulá y el gobierno libanés insisten en que cualquier convenio debe respetar la soberanía nacional y poner fin a la agresión. También existen discordancias sobre los países que deberían integrar el comité de supervisión del acuerdo, con Israel abandonando su oposición a la participación de Francia, mientras el Líbano rechaza a Reino Unido. La tensión humanitaria es palpable, con más de 3,500 libaneses fallecidos y 1.2 millones de desplazados. Aunque la firma del pacto podría desescalar las tensiones, su impacto sobre el conflicto latente en Gaza y su potencial para evitar que Siria se vea aún más implicada es incierto, según Geir Pedersen, enviado especial de la ONU para Siria.
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