Decenas de miles de libaneses se ven forzados a abandonar sus hogares en el sur del país debido a los intensos bombardeos de la Fuerzas de Defensa de Israel (IDF). Muchos de los desplazados se dirigen a la capital, Beirut, que también sufre ataques, especialmente en los barrios dominados por Hizbulá. Desde el inicio de esta nueva fase del conflicto, han muerto al menos 558 personas, incluidas 50 niños, y más de 1.800 resultaron heridas. Este saldo mortal es el más elevado desde el inicio de la guerra civil en el Líbano en 1975. Entre los fallecidos se encuentra Muhammad Qubaisi, alto responsable de misiles y cohetes de la milicia chií, tras un ataque en Dahiyeh. La situación humanitaria es crítica y se teme que el conflicto podría ser aún más devastador que el de 2006 para los niños, según la representante adjunta de Unicef, Ettie Higgins.
Israel ha intensificado sus operaciones contra Hizbulá, dejando un saldo significativo de víctimas y daños en la infraestructura militar del grupo. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha enfatizado que su conflicto no es con el pueblo libanés sino con Hizbulá y ha instado a los libaneses a deshacerse de su líder, Hasan Nasralá. En respuesta a la amenaza, Israel ha desplegado miles de soldados en la frontera, avivando el temor a una posible invasión terrestre. La comunidad internacional, a través de la ONU y líderes mundiales como el presidente de EE.UU, Joe Biden, y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, han manifestado su preocupación por la escalada del conflicto y su impacto regional. António Guterres, secretario general de la ONU, advierte que el Líbano está al borde de convertirse en una segunda Gaza, lo que podría desestabilizar aún más a la región.
Leer noticia completa de Internacional en El Independiente.