La noche en el Metropolitano fue una auténtica celebración del heavy metal con Iron Maiden a la cabeza. Los 55,000 asistentes se sumergieron en un evento cargado de energía y nostalgia, con las icónicas camisetas negras de Eddie como protagonistas. La emoción del momento se vivió a través de gritos y canciones, evocando la sensación de «transgresión existencial» de la que habla el sociólogo alemán Hartmut Rosa. Sin embargo, el concierto no estuvo exento de problemas técnicos, ya que el deficiente sonido del estadio afectó la experiencia, especialmente en las gradas altas. A pesar de ello, el grupo inglés demostró que el heavy metal sigue teniendo un pulso vibrante, ajeno a la influencia de fenómenos musicales modernos como Bad Bunny o Taylor Swift.
El espectáculo, parte de la gira «Run For Your Lives», celebró los 50 años de carrera de la banda, centrándose en sus nueve primeros álbumes, entregando clásicos que resonaron en el corazón de los presentes. La escenografía impactante, con proyecciones que cobraron vida al caer la noche, añadió un elemento visual poderoso, aunque en ocasiones cómico. Bruce Dickinson, carismático al micrófono, cautivó al público, mientras los demás miembros mostraron su destreza musical impecable. A pesar de las críticas al sonido, el setlist colmó las expectativas de los fanáticos, culminando en un apoteósico final con «Fear of the Dark» y «Wasted Years», dejando una muestra tangible de que el legado del metal persiste con fuerza en el tiempo.
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