En un inesperado giro en la crisis entre Estados Unidos e Irán, el presidente Donald Trump ha autorizado bombardeos selectivos sobre las instalaciones nucleares iraníes de Isfahán, Natanz y Fordow. Apoyado por el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, este movimiento busca paralizar el programa nuclear iraní e imponer una rendición del régimen de Alí Jamenei. Aunque el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) asegura que no se han detectado radiaciones peligrosas, poniendo en duda la efectividad del ataque, la escalada del conflicto genera preocupaciones internacionales sobre las próximas acciones bélicas y diplomáticas. La estrategia parece orientarse hacia la destrucción del programa nuclear iraní, aunque expertos advierten que esto podría provocar un efecto contrario, incentivando el nacionalismo y fortaleciendo el régimen en lugar de debilitarlo.
Irán, debilitado por sanciones internacionales y ataques previos, enfrenta ahora una delicada disyuntiva. Sin una aviación efectiva ni sistemas antiaéreos robustos, su respuesta se concentra en el lanzamiento de misiles balísticos y ciberataques, aunque estas medidas demuestran ser insuficientes frente a la superioridad militar combinada de Estados Unidos e Israel. Ante estas circunstancias, Teherán podría optar por estrategias más contundentes, como atacar intereses estadounidenses y del Golfo, o incluso abandonar el Tratado de No Proliferación. La comunidad internacional observa con creciente preocupación cómo esta dinámica podría llevar a una carrera armamentista nuclear en la región. El trasfondo del conflicto señala el riesgo de decisiones unilaterales pasadas, como la retirada de Estados Unidos del acuerdo nuclear de 2015, lo que podría haber sido un factor desencadenante de la actual crisis.
Leer noticia completa en El Pais.