Oriente Próximo se encuentra en una encrucijada tras la muerte de Hasan Nasralá, líder del grupo chií libanés Hezbolá, en un ataque aéreo israelí en Beirut. El ayatolá iraní Ali Jameneí ha prometido venganza, mientras miles de iraníes han salido a las calles para exigir represalias. En este escenario, el presidente estadounidense Joe Biden ha instado a la desescalada del conflicto a través de vías diplomáticas, al tiempo que reafirma el derecho de Israel a defenderse y califica la muerte de Nasralá como una medida de justicia para las víctimas del terrorismo. Según informaciones, Jameneí ha sido trasladado a un lugar seguro, y tanto Irán como Hezbolá se mantienen en constante comunicación para planificar su siguiente paso.
La situación ha escalado con declaraciones vehementes del presidente iraní Masud Pezeshkian, quien acusa a Estados Unidos de complicidad en el ataque. En distintas ciudades iraníes, manifestantes corearon lemas contra Israel y Estados Unidos, mostrando banderas de Irán, Palestina y Hezbolá. Joe Biden, en contraste, ha realzado su apoyo a Israel, en consonancia con el discurso del viceprimer ministro israelí Benjamín Netanyahu en la ONU. El presidente estadounidense ha ordenado reforzar las defensas militares en la región para disuadir agresiones y reducir el riesgo de una guerra más amplia, mientras se busca lograr acuerdos diplomáticos para estabilizar Gaza y Líbano. Entidades como Irak y los rebeldes hutíes de Yemen han declarado días de luto, mostrando la intensa repercusión regional del ataque.
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