El colapso del régimen baazista en la región ha generado una notable incertidumbre en la estrategia geopolítica de Teherán, que durante años había consolidado su influencia en el área mediante alianzas estratégicas y apoyo a gobiernos afines. Este cambio de régimen plantea desafíos significativos para Irán, que ahora se enfrenta a un panorama político cambiante y una potencial pérdida de influencia en un territorio clave para sus intereses. La caída del gobierno baazista, conocido por su postura favorable hacia Teherán, podría dar entrada a nuevos actores en la región, lo que obligaría a Irán a replantear sus tácticas de control y enfoque diplomático.
En este nuevo escenario, las relaciones de Teherán con sus aliados en la zona, como los grupos paramilitares y otros gobiernos, podrían verse afectadas, lo que exigiría una recalibración de sus asociaciones estratégicas. Además, la evolución de la situación podría desencadenar una reconfiguración de fuerzas en el terreno, donde potencias regionales e internacionales podrían intentar llenar el vacío de poder dejado por el régimen baazista. Mientras las autoridades iraníes evalúan sus opciones, la comunidad internacional mantiene una estrecha vigilancia sobre los desarrollos en la región, conscientes de que el desenlace podría tener implicaciones de gran alcance para la estabilidad en el Medio Oriente.
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