Un trasplante de injerto auxiliar modificado genéticamente, implementado en un paciente con la intención de mejorar su función cardíaca, logró funcionar durante un mes. Sin embargo, el procedimiento enfrentó un giro crítico cuando surgieron graves complicaciones, obligando a los médicos a retirar el injerto. A pesar de los esfuerzos exhaustivos por prolongar la vida del paciente y la inovación del tratamiento, la situación se deterioró progresivamente.
Finalmente, el paciente falleció 171 días después del transplante inicial. Este caso destaca no solo los avances en la biotecnología aplicada a la medicina, sino también los desafíos persistentes y los riesgos asociados a los trasplantes de órganos genéticamente modificados. La comunidad médica sigue investigando y evaluando los resultados para mejorar futuros procedimientos y minimizar las complicaciones en intervenciones de este tipo.
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