En abril, la policía antidopaje visitó a Oier Lazkano en Andorra como parte de una investigación que detectó valores anómalos en su pasaporte biológico en cuatro ocasiones. La International Testing Agency (ITA) y la Guardia Civil requisaron su teléfono móvil y ordenador para examinar posibles conexiones con redes de dopaje, incluidos médicos y entrenadores. Aunque Lazkano, ciclista del equipo Red Bull, no compitió tras los eventos de abril, participó en entrenamientos a pesar de las dudas sobre su rendimiento. Sin embargo, en octubre, la Unión Ciclista Internacional (UCI) convirtió su expediente en un caso disciplinario, suspendiéndolo provisionalmente por sospecha de dopaje. Un panel de hematólogos concluyó que probablemente recurrió a métodos prohibidos, enfrentando una posible sanción de cuatro años.
La suspensión de Lazkano generó preocupaciones en el mundo del ciclismo, especialmente para el equipo Movistar, al que perteneció anteriormente. La situación despierta dudas sobre la efectividad de los controles antidopaje tradicionales, que solo detectan un pequeño porcentaje de casos. En respuesta, las agencias utilizan técnicas más sofisticadas y reglas estrictas. Lazkano colaboró durante años, pero no pudo ofrecer explicaciones satisfactorias sobre sus anomalías biológicas. Tanto Movistar como Red Bull aseguran desconocer estas irregularidades, resaltando la complejidad de los sistemas de control actuales y la protección de datos, como la plataforma Adams, cuyo acceso se limita al corredor.
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